¿QUÉ ES EL WOLFRAMIO?
El Wolframio es un metal bastante raro y escaso en la corteza terrestre pero sus cualidades hacen de él un mineral especialmente codiciado.
Es casi tan denso como el oro y extremadamente duro, casi tan resistente como el diamante.
Pero su cualidad más importante y la que lo convirtió en el objeto de deseo de los nazis es su punto de fusión, el más alto de todos los metales, lo que le confiere una gran entereza a altas temperaturas.
Además no se corroe y por tanto soporta cualquier ácido. Esto lo hace perfecto y más resistente en la aleación con otros metales.
¿PARA QUE UTILIZARON LOS ALEMANES EL WOLFRAMIO?
Este elemento es imprescindible para la producción, sobre todo, de tanques y carros de combate y para la fabricación de determinada munición.
Es decir, mezclado con acero es la base de importantes armas militares, que en la 2ª Guerra Mundial los alemanes emplearon, por ejemplo, para construir la punta de los proyectiles antitanques con mayor capacidad de perforación o la coraza de los blindados, haciéndolos mucho más resistentes. Incluso lo utilizaron en el revestimiento de sus cañones resultando más duraderos.
Muchos de los éxitos militares de los nazis guardan gran relación con el uso de este metal.
Pero llegó la 2ª Guerra Mundial y el panorama cambió.
Los alemanes estaban al tanto de las maravillas del elemento 74 de la tabla periódica pero el bloqueo naval británico en China, India y Birmania, en torno al año 1940, les cortó el suministro que provenía de estos países.
Alemania no tenía minas de wolframio en su territorio por lo que tuvo que buscar de manera desesperada fuentes alternativas de aprovisionamiento.
Y aquí aparece Galicia, rica en wolframio, y por tanto, lugar de interés para los alemanes que, a través de un acuerdo con Franco consiguieron vía libre para explotar estas minas.
El aumento de la demanda en contexto bélico originó una subida de precio espectacular generando a su vez, en las cuencas del norte peninsular, una verdadera “fiebre del wolframio”.
UN APUNTE CURIOSO
Antes del interés militar nazi por el wolframio los habitantes de las zonas rurales de Galicia lo utilizaban para levantar muretes entre las huertas o las paredes de sus casas, porque para ellos no valía nada.
Cuenta Juan Eslava Galán, en su libro "Los años del miedo", una anécdota de un paisano gallego que se encontraba preparando los aperos para salir a segar el heno, cuando un lujoso coche llegó hasta la puerta de su casa. Se apearon de él dos tratantes de la comarca y un señor trajeado con un elegante abrigo y un sombrero de ala.
Los tratantes, conocidos del paisano, se acercan y le dicen que el caballero -para más datos alemán- le quiere comprar su casa. Antes de que el paisano los mande «al carallo», le dicen:
“Pero sólo las paredes. Se lleva las piedras y a ti te queda el solar para hacer otra casa. Te paga 20.000 reales. Con este dinero te puedes hacer otra casa más grande y te sobra la mitad”.
El labriego no lo ve claro, no puede ser que alguien me ofrezca tanto dinero por unas piedras. Vale que tienen un brillo especial cuando les da el sol, pero las hay a patadas. Al final los tratantes logran convencerlo. Al cabo de unos días, llega el alemán con el dinero y la cuadrilla que le acompaña derriban la casa y cargan las piedras en camiones.
La particularidad de las piedras con las que el paisano había construido su casa era que tenían un alto contenido en wolframio.
Imagen del fondo: escena de la película "Lobos Sucios" de Simón Casal de Miguel. Fuente: Internet