Aquí empieza nuestra historia, en uno de los episodios más negros de la Humanidad: la 2ª Guerra Mundial. El mayor conflicto armado en el que fallecieron más de 70 millones de personas, casi el 4% de la población mundial.

El impacto de este conflicto en España puede parecer poco importante si tenemos en cuenta que nuestro país no estuvo entre los contendientes y que “oficialmente” nuestra posición era de “neutralidad” y “no-beligerancia”.
Pero la propaganda oficial franquista de “no intervención militar de España en la contienda mundial” enmascara toda una serie de “permisividades” y benevolencias hacia el bando nazi.

La afinidad ideológica con el régimen alemán ayudó a que las relaciones entre España y Alemania, entre 1936 y 1945, fueran muy estrechas. Véase como ejemplo claro la “División Azul”, españoles reclutados para luchar junto a los nazis en el frente ruso o los voluntarios destinados a trabajar en las fábricas de armamento alemanas.

La ayuda alemana había afianzado la victoria del bando nacional sobre el Ejército Republicano durante la Guerra Civil. Y este apoyo a Franco se materializó mediante un “sistema de trueque” (sistema comercial “clearing”) por el cual España abastecería a la Alemania Nazi con importantes cantidades de alimentos como aceite de oliva, cereales, cítricos y otras materias primas de interés entre las que se encontraba el wolframio, mineral imprescindible para la industria armamentística alemana.

El führer alemán, conocedor de la riqueza de este metal en España y en Galicia en concreto, reclamó a Franco la “deuda de guerra” (contraída durante la Guerra Civil) materializada en la autorización para explotar este metal.
Así es como la dependencia del wolframio por parte de los alemanes para alimentar la frenética actividad armamentística durante la guerra convierte a Galicia en un nuevo oeste y donde la fiebre del oro amarillo dio paso a la fiebre del oro negro gallego.

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Imagen del fondo: Mineros en la boca de la mina. Fuente: MTI Blog